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Tacto y contacto.

  • Foto del escritor: Susana
    Susana
  • 14 feb 2023
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 16 feb 2023


¿Como el agua...? ¿Como el oxígeno...? ¿Qué tan necesario es el contacto? ... contacto... con-tacto... tacto... tocar...


Nunca había sido buena expresando ni lo que siento ni lo que necesito, pero por un momento fue diferente. Le pude decir, con todas las letras, lo que quería de él y dónde quería las yemas de sus dedos. Nunca me había sentido tan lejos de alguien como en ese momento en el que, mientras él se encontraba a kilómetros de mí, mi cuerpo hervía evaporando las gotas de sudor de mi espalda; hervía con deseo. Ese deseo que te hace bestia, te convierte en animal y te hace querer crecer colmillos para encajarlos en algún lugar... un deseo tan incesante que hacía que el verano que se filtraba por las delgadas cortinas se sintiera como un enero crudo y seco. Sólo después de sentir tanto calor, se siente tanto frío. No alcancé a decírselo porque no hubo tiempo. Lo nuestro -que tal vez nunca fue nuestro- fue muy platónico y muy fugaz y antes de sentirle cerca, se alejó una vez más.


Ahora, en este momento de mi vida, fielmente creo que nunca existió.


¿Y si él no es real? ¿Cómo puedo convencerme de que no me lo inventé?, en algún delirio de febrícula esa vez que alcancé los cuarenta grados; temblé y temblé y entre tiriteos mis oídos escucharon clarito lo que no estaba ahí.

¿Y si yo no soy real?

¿Y si realmente sí llegué hasta los huesos en el 2020 y ahora soy un espectro nada más?

Nunca nos hemos tocado... ¿qué tal que yo no existo?

¿Cómo puedo convencerme a mí misma de que este cuerpo y todos sus huesos y su carne son reales, si no puedo tocarle? Si no le hallo con mi tacto, ni hallo el suyo...


Ni siquiera llegamos a ser un recuerdo... tal vez ambos somos fantasmas que no dejan huellas por dónde pasan, de tan ligeros, hechos de pura calígine.

Me lo tuve que haber inventado todo, porque si no, entonces no entiendo cómo es que ya no existe.

Por un momento se sintió tan real como se siente un vientecillo... me rozó las mejillas apenas y estas se colorearon de un rojo intenso que luego se extinguió al igual que la flama que ardía en sus palabras cuando me decía que mi pecho era su almohada favorita aunque nunca se había recostado en él, que mis labios su golosina preferida, aunque nunca los hubiera probado, que quería que mis piernas formaran su circunferencia y mi lengua difuminara en sus hombros lo que había dibujado con mis dientes mientras se mezclaban nuestros humores en la inmensidad de una habitación de la que no quedaría un solo resquicio sin empapar.


La verdad es que ni él ni yo existimos... por lo menos no juntos. No en el mundo del otro. No existimos en nuestras cotidianidades, ni en nuestros caminos al trabajo, ni en el pasillo del café en el súper. Me lo tuve que haber inventado, porque si no, no me explico la perdida de contacto. Me lo tuve que haber inventado, porque si no no es más que una burla del destino y su falta de tacto.

Me lo tuve que haber inventado porque si no, no queda otra explicación más que lo rotundo... lo que es: la vida y ya.


 
 
 

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